Hablar de emociones es pensar en lo positivo y en lo negativo, sin embargo las emociones son cinco y cada una trae consigo una causa y un efecto. Las mismas, forman y complementan la importancia de explicar o interpretar el comportamiento de los alumnos en los diversos contextos educativos.
La mayoría de los docentes, atribuyen a que lo cotidiano rompe lo humano primero, otros comentan la necesidad de reforzar y adecuar los contenidos y formas de enseñar según como se sientan de primera mano los alumnos, ya que las edades varían y sobre todo; la larga carga laboral que se les asigna rebasando el tiempo límite en que un alumno puede o no aburrirse, abrumarse o distraerse con facilidad.
Si las emociones definen el espacio de acciones posibles de realizar, entonces las emociones constituyen el aspecto de mayor relevancia para facilitar los aprendizajes en educación: emociones positivas o gratas permitirán la realización de acciones favorables para el aprendizaje, emociones negativas o no gratas no lo permitirán. (Ibañez Nolfa, 2002; pag. 32)
El ser humano podría ser fácil o difícil, de adentrar en la diversidad de aprendizajes que cada uno de sus docentes les dé, muchos recuerdan a los mismos como buenos y malos; causándoles a la vez, disgusto o gusto al hablar de los mismos, contando las experiencia vividas o cuando menos, un gesto articulado ante la mención del nombre de dicho actor.
El impacto que tiene el énfasis en las emociones, viene acompañada en el desenvolvimiento de las inteligencias múltiples de los alumnos y docentes, al igual que la obtención de los aprendizajes esperados ante cada materia que se tenga que desenvolver.
También se encuentra la famosa inteligencia emocional, que viene como resultado de procesos previos de los alumnos para estar dispuestos o no a la colaboración de las actividades, todo depende de cómo los docentes lo aborden al igual que la respuesta que tenga el alumno para ello. No siempre debe estar bien, también se vale lo contrario siempre y cuando se tenga la necesidad de modificar ese mal hábito, mejorándolo con la compañía de sus compañeros sintiéndose en un ambiente módico, caluroso y en que se pueda desenvolver aunque no se encuentre de un estado anímico bueno; y con ello el docente debe prepararse como guía para reconocer las fortalezas con las que cuentan sus alumnos, dando paso a que ellos mismos reconozcan con lo que ya vienen.
Es indispensable ambas personalidades, reconozcan que siempre será un proceso en conjunto, nadie puede recibir ayuda solo, que puede ser desde la música, un libro, un sitio favorito para estar cómodos hasta la propia compañía humana que no siempre nos tiene que evidenciar e interrumpir lo que sentimos, pero si la ayuda en el aula siendo el lugar en que más tiempo pasamos, que llega un momento en que se hace rutina, hasta tedioso al conocer ya al docente y sus dinámicas para abordar temas, pero si se ocupa de la nueva modernidad y lo nuevo que trae consigo, es mejor adentrarnos a la actualización que permita el abordaje adecuado de aprendizajes, así como de la experiencia que se tenga que presentar para que el alumno comience a sentirse seguro y el docente sea visto como un héroe que apoye sin juzgar a quien con la mirada; lo esté pidiendo.
El conocer los estados emocionales de los estudiantes y sus estilos de aprendizaje, ayuda al profesor a organizar de manera más eficaz y eficiente el proceso de aprendizaje-enseñanza a implementar (Thompson & Aveleyra, 2004).
Autor: Lilia Daril Molina Gatica
Profesion: Licenciada en Ciencias de la Educación