En el mundo actual se le atribuye una valiosa importancia a otras capacidades, pero en el que sigue priorizando el conocimiento medible, es por esto, que resulta relevante establecer las posibles relaciones entre la mente emocional y la mente intelectual.
De acuerdo con el autor Martínez, quien comenta que hay personas que son cognoscitivamente muy inteligentes, pero que al carecer de inteligencia emocional, terminan laborando para otros con cocientes intelectuales inferiores, pero con una inteligencia emocional superior a la suya. Sin pretender profundizar esto, se cree oportuno brindar una explicación, que permita la comunicación efectiva en lo que respecta al concepto de inteligencia emocional.
El término se refiere a la capacidad de reconocer los propios sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y manejar, adecuadamente, las relaciones que sostenemos con los otros y con nosotros mismos. Sin embargo, son un grupo de capacidades referidas a las relaciones sociales, que se expresan en varios ámbitos de la vida, especialmente en aquellos en que los individuos interactúan con otras personas, como es el caso del ambiente laboral y académico.
Además, la inteligencia “intelectual”, frecuentemente relacionada con las habilidades cognitivas, se ha valorado tradicionalmente a través del rendimiento académico. No obstante, éste como predictor del éxito laboral, no está libre de críticas, por su confiabilidad especialmente en contextos académicos apartados de la realidad laboral; y a pesar de que en muchos casos, suele dar una visión general del beneficio del estudiante de las instancias de aprendizaje, se considera que necesitan ser tomadas en consideración otras variables, en este caso comunicacionales, que aportarían elementos relevantes al respecto de la calidad del aprendizaje. Esto, razón que en la Educación se prepara a los futuros profesionales para desempeñarse en áreas laborales que requiere no sólo conocimiento tácito, sino además, explícito.
Existen varias destrezas que se han relacionado con el éxito laboral, entre ellas está la asertividad. Según Opazo, “una persona es asertiva cuando tiene un estilo de comunicación abierto y desenvuelto, cuando es capaz de expresar en forma directa lo que piensa y siente, cuando es capaz de defender con decisión y firmeza sus opiniones y derechos, sin atropellar los derechos de los demás”. La influencia de esta destreza en los resultados de las evaluaciones académicas parece estar relacionada con la capacidad de los estudiantes para exponer sus ideas adecuadamente, para argumentar sus puntos de vista, o para ejercer su capacidad crítica, lo cual pudiera impulsar una conducta adecuada en situaciones de trabajo cognitivo.
La conducta poco asertiva pudiera ser un obstáculo para el buen desempeño, por ejemplo, en evaluaciones orales o en aquellas que requirieran del trabajo en equipo. Sin embargo, las investigaciones de varios autores demuestran la importancia de la asertividad para el desempeño laboral. Se entiende, que un profesional psicológicamente inestable no está capacitado para brindar una adecuada atención laboral. Otros autores muestran cómo, en las personas con un alto nivel de asertividad, la ocurrencia de enfermedades somáticas asociadas al estrés es menor, propiciando una mejor calidad de vida y así un mejor desempeño laboral.
Estas justificaciones son preocupantes en un contexto en el que se recompensa, fundamentalmente, el rendimiento académico. Si los profesionales que se gradúan en la actualidad, manejan muy bien los contenidos de las materias propias de las carreras, pero no desarrollan las habilidades sociales necesarias para el desenvolvimiento profesional, probablemente no serán profesionales de calidad. Así, surge la preocupación al respecto de que el rendimiento académico entonces no sea un buen predictor del éxito profesional. Por esta razón, se considera relevante incluir la medida de asertividad en este estudio, pues, en caso de existir una correlación positiva entre ambas variables, se pondría en evidencia la integralidad de las evaluaciones en el aula, y en caso contrario, estaría mostrando un área a mejorar en el desarrollo integral de los profesionales.
Otro concepto muy relacionado con la capacidad de manejo social es la autoestima, el autor Milicic la conceptualiza como “la suma de juicios que una persona tiene de sí misma; es decir, lo que la persona se dice a sí misma sobre sí misma”. Tomando en cuenta esta definición, se puede decir que las personas, en el proceso de construcción de su identidad, incorporan creencias acerca de sí mismos, las cuales conforman esquemas cognitivos, que rigen pautas de conducta, y suelen tener como objetivo ser coherentes con dichas creencias. Es así, que si un estudiante posee una pobre visión sobre sí mismo, probablemente sus puntuaciones no sean altas; así lo evidencian diversas investigaciones. Considerando lo anterior, el concepto de autoeficacia describe el fenómeno de creer en las capacidades personales. “La autoeficacia sustenta la fe en la capacidad de realizar una determinada acción o producir un resultado deseado”, dice Feldman.
El autor Bandura, quien desarrolló en profundidad estudios relacionados con este tema, afirma que aquellas personas con un grado elevado de autoeficacia se plantean metas más elevadas, son más persistentes en el trabajo para conseguirlas y suelen lograr un mayor éxito que quienes tienen un grado de autoeficacia bajo. Expuesto esto, resulta valioso entonces analizar la relación existente entre la autoeficacia y el rendimiento académico.
En el tema de la autoestima y la autoeficacia, se encuentran varios estudios que muestran que existe relación entre ellas y de éstas con el rendimiento. Sin embargo, pocos autores revisan la relación entre estos indicadores del desarrollo de la personalidad y la asertividad, a la vez que analizan su relación con el rendimiento académico. El contexto actual aún inmuniza el desarrollo del contenido y no de la forma del aprendizaje. Este problema se muestra más claramente en las aulas de clases, cuando se prioriza el manejo conceptual sobre el desarrollo de la personalidad de los estudiantes.
Aquí se pone de manifiesto la visión dicotómica del ser humano, que aparentemente es visto como un “ser que piensa”, obviando que además, es un “ser que siente”. El aprendizaje debe ser visto como un proceso de crecimiento en todas las dimensiones de la experiencia de los estudiantes. En el mundo actual, se necesita evidencia, en el contexto educativo, para motivar un cambio de paradigma, que se traduzca en la creación e implementación de programas transversales de desarrollo integral en los profesionales. Al establecer las posibles relaciones entre variables vinculadas con la personalidad y el rendimiento académico se pretende poner palpable la importancia de implementar programas educativos integrales y aportar datos empíricos que avalen la necesidad de analizar multifactorialmente el desarrollo de los estudiantes en las salas de clases.
Autor: Ruth Mujica
Profesión: Ingeniero de Sistema con Maestría en Software y Docencia Universitaria.
Página Web:www.docentes20.com
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